El subcomandante Marcos, el hombre tras el rostro encapuchado que simboliza al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ha dado un nuevo paso atrás. El guerrillero, líder retórico y político que puso voz, tinta y un toque de poesía a las reivindicaciones revolucionarias de aquel grupo de indígenas y desposeídos que se alzaron contra la desigualdad el 1 de enero de 1994, se había descolgado de la primera línea zapatista en 2014. Por lo menos, sobre el papel: mató al personaje que había creado, asumió el nombre de Galeano —como homenaje a un compañero de armas asesinado— …
y nombró como sucesor al subcomandante Moisés, el primer relevo generacional de la organización. Nadie tenía dudas, aun así, de que la decisión tenía un carácter más estético que práctico: el enésimo golpe de efecto de un comunicador con ingenio y gusto por lo teatral. Este fin de semana, la metamorfosis ha continuado con un escrito firmado de su puño y letra en el que anuncia la muerte, a su vez, del subcomandante Galeano.
“Murió el SupGaleano. Murió como vivió: infeliz”, comienza la misiva, difundida en el portal del EZLN e impregnada de ese estilo ácido y autoparódico que ha caracterizado desde los noventa el tono de los escritos de Marcos. El texto lo firma el “Capitán Insurgente Marcos”, el nuevo rol del antiguo subcomandante, cada vez más lejos retóricamente de la primera plana de la organización guerrillera. “Eso sí, tuvo cuidado de, antes de fallecer, regresar el nombre a quien es carne y sangre heredada del maestro Galeano. Recomendó mantenerlo con vida, es decir, luchando. Así que Galeano seguirá caminando en estas montañas”.
La muerte del viejo Galeano, escribe Marcos, “fue algo sencillo”. “Empezó a tararear algo como ‘ya sé que estoy piantao, piantao, piantao’, y, justo antes de expirar, dijo, o más bien preguntó: ‘¿Los muertos estornudan?’. Y ya. Ésas fueron sus últimas palabras. Ninguna sentencia para la historia, ni para una lápida, ni para una anécdota contada frente al fogón. Sólo esa pregunta absurda, anacrónica, extemporánea: “¿Los muertos estornudan? (…) Eso sí, nos ahorramos el entierro. Aunque perdimos el café y los tamales [sic]”.
El comunicado de Marcos llega en un momento de movimiento interno en el EZLN. El 17 de noviembre se cumplen 40 años de la fundación de la guerrilla, en 1983. El próximo 1 de enero marcará el aniversario de las tres décadas desde el levantamiento armado, cuando los fusiles, los pasamontañas y su discurso contra la globalización se colaron en los salones de medio mundo gracias a la globalización, en una de esas paradojas tramposas del mundo moderno. Las dos fechas, de una enorme importancia dentro de una organización que otorga un gran peso al simbolismo, parecen apuntar a un relevo generacional.
Fuentes cercanas al grupo llevan meses especulando con un traspaso de poder que coincida con una de las dos efemérides y consolide una nueva etapa dentro del EZLN: una en la que los hijos e hijas de los guerrilleros que se alzaron en el 94, las nuevas generaciones que crecieron en sus comunidades independientes y selladas al mundo exterior, tomen el control y traigan nueva vida a la organización. El paso atrás del antiguo subcomandante aviva esta teoría. Voces conocedoras de su forma de actuar opinan que serán las mujeres zapatistas las que asuman en los próximos meses los puestos de responsabilidad, un símil con el movimiento de liberación del pueblo kurdo, que comparte similitudes ideológicas y organizativas con el zapatismo.
La teoría está alimentada por más pistas. Después de años de silencio mediático, el zapatismo ha empezado a moverse de nuevo con pasos pequeños en los últimos meses. Este mayo, tras el ataque de un grupo paramilitar a una de sus comunidades, que se saldó con un herido de bala, el EZLN lanzó un comunicado con aires de ultimátum —similar a otro publicado en 2021—en el que daba la voz de alarma por la espiral de violencia que sufre Chiapas: “Chiapas está al filo de la guerra civil, con paramilitares y sicarios de los diversos cárteles que se disputan la plaza y grupos de autodefensas, con la complicidad activa o pasiva de los gobiernos de Rutilio Escandón Cadenas [gobernador de Chiapas] y [el presidente de la República] Andrés Manuel López Obrador”. Después del manifiesto, las bases de apoyo de los guerrilleros organizaron manifestaciones y protestas por todo el mundo para exigir el “alto a la guerra” en la región.
El 22 de octubre, la página web Enlace Zapatista, donde difunden sus escritos, publicó un texto con el titular: Primera Parte: Los motivos del lobo (el comunicado de este domingo sobre la muerte simbólica del subcomandante Galeano se titula Segunda parte: ¿Los muertos estornudan?, lo que establece una continuidad entre uno y otro). Los motivos del lobo es un poema escrito en 1913 por el poeta nicaragüense Rubén Darío, una fábula sobre un animal hambriento, odiado y maltratado por los habitantes del pueblo, que trata de acercarse a los humanos, pero acaba aislándose en las montañas huyendo del odio y la violencia. En manos de Marcos, una alegoría de la situación del EZLN frente al Gobierno mexicano. “(…) dejó esa poesía como referencia. Más bien como respuesta a alguien que preguntó cómo explicar lo que ahora pasa en Chiapas, México y el mundo”, escribe en ¿Los muertos estornudan?
El subcomandante Marcos, de nombre civil Rafael Sebastián Guillén Vicente, nació en 1957 y capitaneó durante más de dos décadas a los alzados de Chiapas a pesar de que él es de Tamaulipas, de acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En la UNAM estudió filosofía —y llegó a ganar premios por su desempeño académico— antes de echarse al monte, tomar las armas y convertirse en ideólogo de la guerrilla más icónica de la historia moderna. “El mejor escritor latinoamericano de hoy, el más libre, el más agudo, recorre la selva con un pasamontañas en el rostro”, dijo en 1995 el pensador francés Régis Debray.
En 2014, la fecha en la que declaró su primera muerte, Marcos sentenció: “Por mi voz ya no hablará la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. Relegó el mando en el subcomandante Moisés, él sí, indígena de etnia tojolabal. Los que conocían bien la organización, sin embargo, eran conscientes de que el cambio era más retórico que funcional. El mismo año en que dio el paso atrás cambió su nombre por el de Galeano, como homenaje a un compañero zapatista, José Luis Solís alias Galeano, asesinado poco tiempo antes. A pesar de la metamorfosis de identidad, Marcos siguió escribiendo comunicados y participando en la toma de decisiones. En esta ocasión, está por ver cuál será su nuevo rol dentro del EZLN, después de la degradación de subcomandante a “capitán Insurgente”. Y hacia qué destino apuntan los aires de cambio de la guerrilla que quería cambiarlo todo.
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