Las importante zona arqueológica fue víctima de robo hace algunos años atrás
Junto a Chichén Itzá, Teotihuacán es una de las zonas arqueológicas más importantes de México. Sus tesoros han sido visitados por todo el mundo. Las maravillas que esconden estos fantásticos lugares perdidos en el tiempo no sólo han despertado la admiración de las personas, sino también la ambición.
Y es que los objetos que pertenecieron a los mexicanos prehispánicos tienen una importante carga cultural, y por tanto, tienen alto valor económico. Una anécdota más sobre saqueo en México fue protagonizada por un hombre extranjero hace ya algunos años.
Fue durante la década de 1950 cuando un arquitecto y coleccionista llamado Harald Wagner, quien como muchos otros extranjeros vio en la historia del México precolombino algo digno de admirarse, viajó a nuestro país y, enamorado de lo que vio, decidió quedarse.
Se estableció en Jalisco y pronto se dio cuenta de que existía Teotihuacán, las ruinas de una importante civilización, siglos más antigua que la ciudad que fundaron los mexicas y que bautizaron como Tenochtitlan. Por supuesto, en Teotihuacán había toda clase de tesoros, y Wagner vio su oportunidad para depredar la zona.
Diez años después de su llegada, Wagner decidió explorar Teotihuacán y se encontró con una gran cantidad de importantes murales que hoy sabemos datan del 400 al 700 a.C. Los fragmentos de las paredes de centros ceremoniales eran de varios tamaños: desde los más pequeños hasta los que llegaban a medir hasta cuatro metros.
Estos pedazos de tiempo representaban mucho para los teotihuacanos, y en el arte plasmado se podían ver toda clase de símbolos: plantas como flores, pájaros, reptiles, animales en general y, por supuesto, dioses de todo tipo.
Cuando las piezas estuvieron en su poder, Harald Wagner dio el siguiente paso y buscó compradores. Se contactó con coleccionistas y museos de todo el mundo, desde los que vivían en Estados Unidos hasta los que se encontraban en Japón y en el Medio Oriente.
A pesar de la importancia de los pedazos de mural, todos los potenciales clientes de Wagner se negaron a comprar. Es posible que supieran lo grave que es sustraer piezas de civilizaciones antiguas importantes, sobre todo de países como México, uno de los que gozan de más prestigio cultural en el mundo.
Wagner no pudo obtener ganancias monetarias de su saqueo a pesar de pasar toda una vida intentándolo. Finalmente murió y, en su testamento, señaló que el mejor destino para los murales robados de Teotihuacán eran las salas del Museo de Young, en San Francisco, Estados Unidos.
El tiempo pasó y el Museo de Young se quedó un buen rato con las piezas saqueadas. Fue hasta la década de los años 80, cuando la insitución norteamericana buscó al Gobierno de México e iniciaron conversaciones para que los murales volvieran al país. En estas pláticas también estuvo involucrado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y marcó el inicio de una muy buena relación entre el museo y las autoridades mexicanas.
De hecho, desde que el museo tuvo conocimiento de la forma en la que habían salido las piezas de Teotihuacán, buscó conducirse con ética.
El trato llegó a buenos términos, pero en beneficio de ambas partes. El museo accedió a regresar al país la mitad de los murales, mientras que lo restante todavía se encuentra en exhibición en San Francisco. En 1986 se inauguró una exposición para que los mexicanos pudieran conocer aquellos fragmentos de las paredes de centros ceremoniales en Teotihuacán.
Vía INFOBAE
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