En 1922, el descubrimiento de la tumba de Tutankamón deslumbró al mundo, pero tras la apertura de los sellos antiguos, se desencadenaron una serie de eventos trágicos que alimentaron la leyenda de la maldición faraónica. Desde la muerte del mecenas del proyecto hasta el deceso de otros visitantes, surgieron rumores de una maldición mortal vinculada a quienes perturbaron el descanso del joven faraón.
La cifra de muertes atribuidas a la supuesta maldición osciló entre nueve y más de 20, incluyendo a visitantes de la tumba y familiares de los excavadores. Sin embargo, la ciencia comenzó a desacreditar la narrativa sobrenatural, sugiriendo explicaciones más mundanas para estos fallecimientos.
La teoría más respaldada apunta a hongos, especialmente el aspergillus, que podría haber afectado a Lord Carnarvon, ya debilitado por un accidente de coche. Aunque investigaciones posteriores señalan que los indicios de hongos no estaban activos, se plantea la posibilidad de que otras circunstancias, como la neumonía, contribuyeran a las muertes.
Hoy en día, los arqueólogos utilizan medidas de protección para enfrentar posibles amenazas microbiológicas en tumbas antiguas. Frank McClanahan, médico de Lord Carnarvon, destacó en 1972 que el número de muertes en relación con las visitas a la tumba de Tutankamón es proporcional a cualquier gran multitud, desafiando así la supuesta maldición.
En lugar de aceptar la narrativa sobrenatural, la historia de Tutankamón se revela como un fascinante cruce entre la ciencia y los mitos del antiguo Egipto, desafiando las percepciones para explorar las causas reales detrás de los eventos que rodearon el descubrimiento de esta majestuosa tumba.
Vía: DW