La tecnología ha transformado nuestras vidas en innumerables formas, pero la dependencia excesiva de dispositivos móviles también nos ha convertido en personas desorientadas, olvidadizas y, en muchos casos, más aisladas. Mientras los adultos se han adaptado a la necesidad constante de internet, los jóvenes han crecido en un mundo donde la tecnología es omnipresente desde su nacimiento.
Recientemente, fui testigo de cómo una mujer, llamémosla Elena, olvidó su móvil en casa cuando fue al dentista. Aunque logró entretenerse en la sala de espera sin el dispositivo, se dio cuenta de que no podía recordar números telefónicos importantes, ni siquiera el de su propia casa. Elena, de 58 años, ha vivido la mayor parte de su vida sin móvil, pero la dependencia actual de estos dispositivos ha afectado su capacidad de recordar información básica.
La neuropsicóloga Rocío Sánchez-Carrión, del Institut Guttmann en Badalona, explica que el uso constante del móvil desentrena nuestro cerebro, impidiendo que realice ciertas actividades. Un estudio de Kaspersky Lab de 2015 ya alertaba sobre la “amnesia digital”, indicando que muchos españoles no podían recordar números telefónicos importantes. Hoy, la dependencia tecnológica abarca mucho más, desde la navegación hasta la preparación de alimentos.
El profesor Martín Piqueras, de OBS Business School, destaca que esta dependencia limita nuestras relaciones sociales y reduce nuestra capacidad de exploración y descubrimiento. La tecnología nos guía de manera mecánica, impidiéndonos disfrutar del viaje y de las experiencias humanas.
Estudios recientes, como el del neurocientífico Don Arnold, sugieren que la dependencia de la tecnología puede llevar a una pérdida de sinapsis de los viejos recuerdos por desuso. En contraste, actividades cognitivas ayudan a mantener la memoria activa. La neurocientífica Mar González, aunque actualmente trabaja en Google, ha señalado en sus investigaciones previas que delegar nuestras capacidades cognitivas a dispositivos puede hacernos más aventureros, pero también más dependientes.
Un estudio de 2000 mostró que los taxistas de Londres tienen un hipocampo más grande debido a la memorización constante de direcciones. Hoy, incluso los taxistas confían en la tecnología para navegar, reduciendo esta capacidad cognitiva. Marc Masip, psicólogo experto en adicción a las nuevas tecnologías, destaca que los adultos, al haber vivido sin internet, manejan mejor esta dependencia, a diferencia de los jóvenes.
Las consecuencias del uso excesivo del móvil ya son palpables, especialmente en los jóvenes. Sánchez-Carrión advierte que afecta principalmente la atención, dificultando la concentración en tareas prolongadas y afectando el rendimiento académico y profesional futuro. Masip señala que muchos adolescentes enfrentan problemas de fracaso escolar, aislamiento social y, en casos extremos, autolesiones o pensamientos suicidas.
A pesar de todo, hay esperanza. El olfato, vinculado al tálamo que transfiere información a partes del cerebro que almacenan recuerdos, puede activar reminiscencias del pasado. Este sentido evoca recuerdos nítidos, algo que la tecnología aún no puede imitar.
La tecnología seguirá evolucionando, pero es crucial equilibrar su uso para no perder nuestras capacidades cognitivas y mantener nuestras relaciones humanas intactas.
Fuente: El País
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