La incertidumbre se apodera del panorama político en Quintana Roo luego de que casi dos semanas pasaron desde que Humberto Aldana Navarro solicitara licencia para buscar un cargo federal, dejando vacante su posición como presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso.
El 7 de marzo, Fermín Pérez, siguiente en la lista plurinominal, presentó ante el Congreso de Quintana Roo el oficio solicitando su toma de protesta para ocupar el cargo dejado por Aldana. Sin embargo, hasta el momento, la diputación continúa vacante mientras el Congreso, ahora bajo el liderazgo de Jissel Castro Marcial, sigue sesionando con tan solo 24 legisladores.
Este vacío en la representación legislativa plantea interrogantes sobre el compromiso de aquellos que inicialmente solicitaron el voto ciudadano y que ahora, en búsqueda de nuevas candidaturas, abandonan sus responsabilidades. ¿Dónde queda la promesa de servir al pueblo cuando se priorizan intereses personales sobre el bienestar colectivo?
Los ciudadanos de Quintana Roo observan con atención cómo la política juega un papel crucial en la dinámica gubernamental, mientras se cuestionan la efectividad y la ética de quienes ocupan los cargos públicos. En un momento donde la transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales, la desaparición de una diputación plantea un desafío más en el camino hacia una democracia verdaderamente representativa.
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